Tratamiento del trauma psicológico y de factores de estrés en Alcobendas
El trauma psicológico es un grave problema que puede tener diferentes causas y también diferentes síntomas, variando en cada persona afectada, ya que no se produce en todas por igual. En NVAG Centro de Psicología estoy preparada para ayudar al paciente, primero a averiguar si lo que sufre es realmente un trauma, y en ese caso analizarlo y explorarlo para conocer sus causas y el alcance de sus síntomas; y para desarrollar, siempre a su lado y contando con su participación, una eficaz labor terapéutica.
Tal vez sospeches que sufres de un trauma psicológico o quizás no lo catalogues de tal manera, pero tengas clara conciencia del sufrimiento y la angustia que afectan a tu vida cotidiana y a tu salud mental y física. El conocimiento sobre un problema aumenta la posibilidad de solución, así que ahora voy a darte una información clara y completa sobre este fenómeno: el trauma psicológico.
¿Qué es un trauma psicológico?
¿Cuál es su definición?
Aunque existen diferentes definiciones en el campo científico de la psicología y la medicina, para sintetizar los conceptos y presentarlos de una manera clara y comprensible, puede decirse que el trauma psicológico es el conjunto de consecuencias negativas en el plano cognitivo, emocional y en ocasiones físico, tras la exposición de la persona a una situación altamente estresante, que llamaremos «situación traumática».
De un modo general, la palabra «trauma» suele utilizarse para referirse al conjunto de consecuencias personales, pero también a la situación que las creó. Suele decirse que una mala situación (un divorcio, una situación de violencia, un abuso, un acoso laboral o escolar) ha «supuesto» un trauma. Pero además, el trauma también es el conjunto de consecuencias cognitivas y emocionales (falta de sueño, miedo a personas u objetos concretos o miedo generalizado, ansiedad, incapacidad de recordar un hecho o bien incapacidad de sacárselo de la mente…).
Hay muchas situaciones traumáticas y pueden ser tanto puntuales (un terremoto o un accidente de coche, por ejemplo), como continuadas en el tiempo y con un efecto acumulativo (un acoso escolar durante meses o una situación de estrés en el trabajo durante años), que pueden crear en el individuo un trauma. Por supuesto, esas consecuencias negativas, o síntomas, pueden ser de muy distintos tipos (nerviosismo, inseguridad, miedo, falta de sueño…).
No hay una relación entre cada situación negativa y el trauma psicológico que sirva para todas las personas. Por ejemplo, de dos personas que viajen en un mismo avión que efectúa un aterrizaje forzoso, una puede contarlo después como una anécdota divertida, pero otra puede desarrollar un trauma que podría convertirse en una fobia a los aviones o una angustia producida por el propio concepto de la muerte. El trauma psicológico es una fenómeno individualizado y personalizado.
A continuación abordaremos con más detenimiento cómo se produce un trauma psicológico, qué situaciones o hechos pueden originarlo, qué síntomas o consecuencias tiene en el individuo y cómo puede saber este si realmente sufre o no un trauma.
¿Cómo se produce el trauma psicológico?
Para que se produzca el trauma psicológico el individuo debe vivir la situación que lo originó como algo de lo que no pudo escapar, algo inevitable, y además muy estresante, amenazador, casi insoportable. Todo ello le hizo sentirse desbordado por las circunstancias. La mayoría de las cosas que vivimos no son traumáticas porque podemos asimilarlas e integrarlas en nuestro mundo mental y emocional, podemos adaptarnos a ellas y, aunque puedan ser difíciles o terribles, no nos producen un daño tan severo como para originar un trauma. Pero si el individuo percibe, cree o siente que una situación espantosa le sobrepasó por completo, que no pudo manejarla, para enfrentarse a ella o evitarla o huir, puede haberse desestabilizado su sistema de adaptación mental y emocional y es muy posible que ese daño severo permanezca y se «enquiste», consciente o inconscientemente, y que produzca síntomas muy negativos de tipo emocional, cognitivo y/o conductual.
La persona traumatizada suele tener la percepción de que no solo el hecho traumático fue incontrolable e inevitable, sino que además ha perdido el control sobre cualquier situación que mínimamente se le parezca; e incluso puede extender ese miedo a otras muchos situaciones neutras, quizás a toda su vida. Se genera un circuito de angustia y estrés ante la mera idea de que «aquello» pueda volver a ocurrir, todo esto agravado porque quizás ni siquiera podamos evitar que vuelva a ocurrir, lo cual da pie a anticipaciones catastrofistas y generadoras de ansiedad (por ejemplo, una persona atracada puede temer salir de su casa por el miedo a sufrir de nuevo un robo con intimidación o violencia). También puede generalizar ese miedo o angustia ante hechos o personas en principio neutras (una mujer agredida sexualmente por un hombre concreto podría extender el miedo a todo el género masculino y sentir una angustia horrible ante la cercanía de cualquier hombre). Quizás el individuo se disociara cognitivamente cuando el hecho traumático ocurrió, pero sus secuelas dolorosas persisten (una persona que sufrió abusos de niño puede haberlo «olvidado», pero tal vez sienta ira, rabia, temor o angustia durante años). Y al contrario, es posible que no se pueda olvidar el hecho por mucho que se intente, y esos recuerdos insoportables y recurrentes generen una retroalimentación constante de angustia y temor (alguien puede revivir una y otra vez un atentado terrorista en el que había a su alrededor cadáveres y sangre). El miedo producido durante el hecho también podría generar una fobia (una persona atacada por un perro enloquecido podría desarrollar una fobia hacia los perros en general). O bien se pueden producir síntomas de una amplia gama que afecten a distintos campos de la vida (una persona que ha sufrido durante años acoso laboral o escolar puede experimentar nerviosismo, falta de autoestima, insomnio, momentos de ansiedad o incapacidad de relacionarse con las personas).
Como ya se dijo, la forma de producirse el trauma no depende del hecho físico y concreto en sí mismo, sino de la persona, de cómo lo vivió y de qué supuso para su mundo emocional y cognitivo. Es decir, es un fenómeno subjetivo, personal e individual para cada ser humano. Y casi siempre subyace, durante el hecho y sus consecuencias, una sensación más o menos clara de incapacidad de control sobre sí mismo (sus reacciones, emociones o pensamientos) y del entorno.
¿Qué puede causar un trauma psicológico?
¿Qué hechos o situaciones pueden originarlo?
Recordemos que la situación traumática puede ser puntual (por ejemplo, un incendio) o bien continuada y con efectos acumulativos (una persona que es vejada día tras día por su pareja sentimental). Pero también puede darse el caso de situaciones en que se den ambos factores (un soldado en una guerra puede vivir experiencias puntuales devastadoras, como un bombardeo, dentro de un marco cotidiano de hambre, agotamiento y visión de situaciones horribles; o bien, un niño puede sufrir agresiones sexuales puntuales, en un entorno general de pobreza y agresividad).
A continuación aparecerán situaciones o circunstancias que pueden generar en ciertas personas un trauma psicológico:
– Catástrofes naturales: tormentas en el mar, huracanes, terremotos, tornados, avalanchas, riadas, inundaciones, etc.
– Catástrofes no provocadas directamente por la naturaleza: accidentes de coche, motocicleta, autobuses, trenes, aviones, incendios y derrumbamiento de edificios, explosiones fortuitas…
– Visionado o experiencia vicaria de hechos horribles que no sufre directa y físicamente la persona traumatizada:
o Ser testigo de un asesinato, una reyerta, una agresión física (sexual o no) cuyas víctimas son otras personas.
o Estar cerca de un lugar donde se haya producido un atentado terrorista o un accidente en el cual hay cadáveres y heridos, cuerpos despedazados.
o Asistir durante mucho tiempo al sufrimiento de personas inocentes o vulnerables: voluntarios de ONGs de ayuda en países en guerra, de acción contra el hambre infantil, de protección a personas o animales maltratados, de lucha contra la drogadicción.
o Profesionales de cuerpos y fuerzas de seguridad que por su trabajo tienen contacto con situaciones de violencia y degradación (policías o guardias civiles que investigan asesinatos, prostitución, abusos, pornografía infantil), o de protección civil (bomberos, Cruz Roja…).
o Profesionales de la salud que han de tratar con situaciones estresantes y extremas a diario: servicios de urgencias de clínicas y hospitales, conductores de ambulancias, personal médico de intervención en catástrofes y atentados, personal médico militar en tiempo de guerra.
– Intimidación, vejaciones, insultos y humillaciones, sin llegar a extremos físicos. Pueden ocurrir en una situación puntual o bien (lo más común) producirse durante mucho tiempo, con un efecto acumulativo. Pueden suceder en:
o El seno de la familia, cuando una persona insulta o humilla a su pareja repetidamente, o bien cuando el padre y/o la madre humillan a un hijo (también hay casos en que son los hijos quienes humillan e intimidan a los padres). Este comportamiento resulta más traumático cuando los insultos y humillaciones ocurren ante personas ajenas al núcleo familiar.
o En un ambiente laboral, cuando los compañeros reiteradamente se burlan o intimidan a un colega. Es frecuente que la humillación provenga de un superior, amparándose en su puesto de autoridad y poder.
o En el colegio y ambientes escolares, dándose el conocido fenómeno del acoso y la humillación de varios estudiantes sobre otro, más vulnerable.
o En entornos digitales, como por ejemplo redes sociales de Internet, donde puede haber un «linchamiento» virtual de una persona por parte de muchas. Este fenómeno está creciendo de modo alarmante entre adolescentes.
– Ataques y agresiones físicas contra la persona traumatizada (hay que señalar que toda agresión física es siempre y en primer lugar una agresión psicológica y tiene carácter humillante. Suele ir precedida de insultos y vejaciones. En este apartado no aparece la violencia intrafamiliar porque se le dedica uno aparte):
o Atracos y robos, solo con intimidación o con violencia física, con golpes, acorralamiento, tirones, empujones, agarres.
o Peleas y agresiones callejeras, o en lugares cerrados como discotecas o bares.
o Ataques de conductores de coche, motocicleta, camión, bicicleta o patinete eléctrico a otros conductores más pacíficos, o a peatones.
– Abusos y agresiones sexuales, violación. Toda agresión o abuso sexual es en primer lugar un ataque físico a la persona y por tanto una agresión psicológica, con carácter vejatorio y humillante. Las estadísticas demuestran que la inmensa mayoría de víctimas son mujeres y niños y que la inmensa mayoría de agresores son hombres adolescentes o adultos. La violencia sexual en la pareja y en la familia se tratarán en un apartado distinto.
o Abuso, agresión sexual o violación puntual, cometida por un desconocido contra su víctima.
o Abuso, agresión sexual o violación puntual cometida en ambientes de ocio juvenil (fiestas, discotecas, bares, botellones), sobre todo entre adolescentes. En ocasiones la víctima conoce a los agresores, o bien estos se aprovechan del ambiente distendido para llevarla a un lugar apartado y allí poder abusar de ella y violarla. El contacto distendido de la víctima con el/los abusadores o violadores no ha de justificar jamás el maltrato sexual, y debe entenderse que el único culpable es el agresor, nunca la víctima.
o Tocamientos y roces intencionados en ambientes laborales, acoso, intimidación sexual e incluso agarres y clara agresión sexual, llevado a cabo sobre todo por hombres contra mujeres, con frecuencia intimidadas ante la amenaza de despido o descenso en la escala laboral.
o Abusos y agresiones sexuales y violaciones cuyas víctimas son niños y menores, en el seno de la familia o fuera de ella. En este apartado se incluyen no solo las víctimas de ataques puntuales, sino también el abuso continuado a menores en redes de prostitución o pederastia. El efecto del abuso y agresión sexuales y de la violación es especialmente devastador en menores y niños, y suele tener efectos dañinos a largo plazo en el carácter y la personalidad.
– Entorno de pareja y familiar: vejaciones, humillaciones e insultos; ataques físicos y violentos; abusos, agresiones sexuales y violaciones.
o Llevado a cabo en el seno de la pareja (homo o heterosexual; noviazgo, matrimonio o uniones no formalizadas). El maltrato psicológico sin acción física (vejatorio, insultante y humillante) pueden cometerlo tanto hombres como mujeres y sufrirlo tanto hombres como mujeres, y su acción continuada puede producir daños traumáticos severos. El maltrato físico y/o sexual suelen producirlo hombres contra mujeres; al daño psicológico hay que sumar el físico, que puede producir lesiones graves y la muerte. La persona maltratada a veces no encuentra la motivación o no sabe ver que debe alejarse de esta situación, y al continuar en ella los efectos traumáticos aumentan. Por ello es crucial que busque ayuda cuanto antes, tanto de los servicios sociales como de psicólogos sanitarios en terapia.
o En el seno de la familia, entre los cónyuges (léase el apartado anterior).
o En el seno de la familia, insultos y humillaciones continuadas de padres contra hijos (y en ocasiones hijos contra padres). Resulta muy traumático el efecto acumulativo de las humillaciones y las vejaciones diarias de los padres contra los hijos. Recordemos que los niños crecen y se socializan en el seno de su familia y no tienen el grado de madurez necesario para comprender que están siendo maltratados; con frecuencia se echan la culpa a sí mismos de cada agresión y algunos padres se aprovechan de ello para sentirse reforzados en su conducta, creyendo erróneamente que el niño aprueba lo que le ocurre. Los padres deben ser extremadamente cuidadosos con los comportamientos y conductas en cuanto a sus hijos para ejercer una autoridad firme, justa y comprensiva, y al mismo tiempo un cuidado y reforzamiento amorosos, y jamás educarlos mediante castigos físicos, insultos o humillaciones. Aunque debe ser guiado y educado, un niño tiene su propio universo cognitivo y emocional y es una persona tan digna de respeto como cualquier adulto.
o En el seno de la familia, las agresiones físicas de adultos contra niños y menores (golpes a mano abierta, con una zapatilla, con palo, zarandeo, empujones y en el caso más extremo, palizas). Según todas las investigaciones y estudios científicos, el castigo físico del niño es la peor y menos eficaz forma de eliminar o reconducir malas conductas. En el caso de un daño físico continuado, incluso de palizas, el niño con mucha probabilidad sufrirá un trauma.
o Agresiones y abusos sexuales, violaciones de adultos contra niños. Este tipo de agresiones físicas son devastadoras en la formación de la personalidad del individuo y con frecuencia generan traumas, emociones y conductas negativas que se perpetuarán durante muchos años. Un niño pequeño es un ser vulnerable y dependiente y por lo común no podrá escapar por sí solo de su situación. En el caso de violaciones, muchos niños sufren disociación y pueden incluso olvidar estos hechos, pero el daño a nivel emocional y cognitivo tiende a perdurar durante toda su vida, a menos que acuda a terapia psicológica sanitaria. El daño se agrava porque la persona ha de crecer junto a su abusador y se ve obligada a respetarlo en público. Por otro lado, muchos sujetos que han sufrido maltratos y abusos físicos (sexuales o no) siendo niños, repiten estas conductas cuando son adultos, convirtiéndose en abusadores.
– Trastornos y accidentes físicos, enfermedades, situaciones de menoscabo de la salud:
o Ahogamientos, atragantamientos, infartos, enfermedades graves, operaciones quirúrgicas (sobre todo por el miedo a sufrirlas y sus posibles consecuencias), caídas, lesiones, amputaciones, envejecimiento y pérdida de la juventud.
o La visión y experiencia vicaria de estos hechos cuando ocurren a familiares y personas queridas.
o Dolor fuerte y ocasional, hasta el punto de volverse casi insoportable (lesión, amputación, quemaduras), o dolor o malestar mantenido en el tiempo durante una convalecencia o tratamiento de una enfermedad grave.
– Duelo ante la pérdida de seres queridos, ya sea por muerte (padres, hijos, cónyuges, mascotas…) como por separación súbita o paulatina (rupturas de pareja, marcha de los hijos fuera del hogar).
– Catástrofes a gran escala producidas por el ser humano:
o Crisis económicas agudas, con su correspondiente inestabilidad financiera y laboral, pérdida de estatus, paro y exclusión social.
o Guerras y conflictos bélicos: batallas, tiroteos, bombardeos, explosiones, hambre, enfermedades, miedo, pérdida de hijos, padres, hermanos en el frente. Está muy constatado el el trauma vivido por soldados que vuelven del frente, y por supuesto los traumas que pueden sufrir las víctimas civiles.
o Terrorismo: explosiones, arrollamiento de personas por camiones y coches, ataques de individuos aislados o de grupos organizados, secuestros. Como su propio nombre indica, el terrorismo busca crear terror, y el terror es un poderoso factor propiciatorio del trauma.
o Crimen organizado en bandas y mafias: secuestros, chantajes, extorsión, robos, prostitución, amenazas e intimidación, violencia generalizada.
– Situaciones de cercanía súbita o continuada a la muerte, en las que la persona siente que puede realmente morir, sin capacidad de evitarlo. Como ejemplos sirven muchos de los expuestos: accidentes, peleas, atentados, catástrofes, guerras, enfermedades degenerativas, infartos, etc.
– Consumo continuado o puntual de drogas y alcohol:
o Drogas «duras» (cocaína o heroína), y supuestamente «blandas»(alcohol o marihuana). La dicotomía entre drogas duras y blandas es falsa, ya que todas las drogas dañan el sistema nervioso y las capacidades cognitivas y disminuyen el autocontrol, en la intimidad y en sociedad, hasta convertir a la persona en adicta y esclava.
o Psicotrópicos como psilocibina o LSD: sus efectos son siempre nefastos para el sistema nervioso, pero además pueden producir en pacientes predispuestos para ello (quizá sin que lo sepan) brotes psicóticos devastadores para su salud mental, y posiblemente muy traumáticos.
o No solo las drogas y el alcohol son fisiológicamente dañinos por sí mismos, sino también por las situaciones de violencia y degradación social que pueden acarrear: aumento de la agresividad, maltrato a la mujer y a los niños en la familia, incapacidad laboral y pérdida de empleo, subculturas marginales relacionadas con el delito, la violencia y la prostitución.
o No debe olvidarse el efecto traumático para las parejas, padres, hijos y amigos de las personas que consumen drogas y alcohol.
– Variadas situaciones sociales de vergüenza, miedo, incomodidad o angustia:
o Haber sufrido una humillación o mucha vergüenza ante un público nutrido (en clase, en una conferencia, ante un auditorio, en una boda o fiesta social o familiar).
o Sentir continuada vergüenza por el propio cuerpo: obesidad mórbida, anorexia o vigorexia, malformaciones, invalidez… A menudo tales creencias sobre el cuerpo son irracionales y no las comparten quienes la rodean, pero para la persona son tan reales que pueden originar un trauma.
o Pertenecer a un grupo o una familia donde por razones personales o de valores no se encaja, y mantener una imagen socialmente falsa durante demasiado tiempo.
o Realizar un trabajo o empleo que se aborrece durante demasiado tiempo.
– Sobreesfuerzo y agotamiento físico y/o mental continuado (suele darse en personas muy perfeccionistas y competitivas, con niveles de exigencia personal excesivos):
o Cuando se estudia una oposición.
o En cursos académicos y ante convocatorias de exámenes.
o Sobreentrenamiento en deportistas y atletas que conduce a la fatiga continuada, depresión y lesiones.
o Personas excesivamente volcadas en su trabajo y obsesionadas por los resultados.
o Liderazgo en grupos, asociaciones o ámbitos laborales, con una carga de responsabilidad excesiva.
o Preocupación obsesiva por ganar más dinero; por atender a todas las complejidades de uno o varios negocios.
o Padres y madres preocupados por las tareas y las responsabilidades en la familia: ingresos, educación de los hijos, etc.
o Personas que cargan en solitario con el cuidado de familiares ancianos, minusválidos o enfermos.
Las situaciones reseñadas y sus muchas variantes no son las únicas capaces de ocasionar un trauma. La complejidad y abundancia de circunstancias endógenas (del propio individuo) y exógenas (de su ambiente) pueden generar situaciones puntuales o continuadas de tensión, miedo y angustia, que la persona percibe como incontrolables; entonces, el cerebro se ve desbordado, la persona se siente arrollada y casi incapaz de soportar por más tiempo la presión a diferentes niveles, y tampoco es capaz de evitar o huir de los estímulos que la provocan. Es entonces cuando puede generarse un trauma psicológico.
¿Qué síntomas presenta un trauma psicológico?
– Incapacidad de olvidar la situación traumática, representada en la memoria una y otra vez. El sujeto no puede olvidarla por mucho que lo intenta y al revivirla siente su carga emocional negativa.
– Sensación de que la situación traumática volverá a ocurrir y producirá los mismos efectos:
o Suele darse la generalización ya comentada: por ejemplo, todos los aviones, coches, trenes o autobuses son peligrosos porque una vez tuve un percance en uno. O todos los hombres son peligrosos porque un hombre concreto me agredió sexualmente; todos los perros son peligrosos porque en una ocasión uno me atacó.
o Puede no haber relación directa entre el miedo a una situación y la situación que la creó. Por ejemplo, una vez me asaltaron en un centro comercial y desde entonces no puedo entrar en ningún centro comercial, aunque cuente con buenas medidas de seguridad.
o Creencia irracional en que volveré a enfermar o sufrir lesiones o percances físicos. O de que puedo sufrir de nuevo un infarto, o de que puedo morir en poco tiempo, en cualquier momento.
– Evitación de cualquier situación que tenga que ver en mayor o menor medida con la que creó el trauma. Esta evitación puede extenderse tanto que el individuo no quiera salir de su casa o de un entorno muy reducido en el que se sienta seguro.
– Incapacidad de recordar la situación traumática, con periodos de amnesia de la que se tiene constancia (es decir, se sabe que se ha olvidado algo) o de la que no se tiene constancia (no se sabe que se haya olvidado nada, aunque tal vez se sospeche que haya ocurrido algo grave). Pero aunque no se recuerde la situación, sus efectos traumáticos perviven y dañan al individuo.
– Negar de manera reiterada que ocurrió el hecho traumático, incluso ante personas que estuvieron presentes durante el mismo. A veces el individuo debe obligarse a mirar una fotografía, un título académico o algún tipo de prueba para convencerse de que «aquello» ocurrió de veras.
– Insomnio, incapacidad de conciliar el sueño. O bien tiene sueño inquieto, despertando a menudo con nerviosismo.
– Pesadillas recurrentes que aluden a la situación traumática, o bien sin una conexión clara.
– Ansiedad, miedos y temores concretos hacia un tipo de persona o situaciones, o bien de manera generalizada hacia todo y hacia todos. La persona se asusta con facilidad, se siente amenazada.
– Estrés, nerviosismo, tensión. El individuo se siente «acelerado» e incapaz de serenarse.
– Anticipaciones irracionales y catastrofistas, concretas o bien generalizadas, hasta el punto de ver al mundo y al ser humano como entes peligrosos y hostiles.
– Tristeza, pesar, decaimiento, depresión.
– Enojo, rabia, ira, agresividad. Impaciencia ante todo y todos. Arrebatos de violencia. Irritabilidad. Estallidos de cólera súbita, provocados por cualquier estímulo irrelevante.
– Se es incapaz de sentir alegría, esperanzas, ilusiones. El individuo siente tales cosas como parte de un pasado que se ha ido para no volver. Los pensamientos y emociones negativas parecen ir cubriéndolo todo.
– Sensación de irrealidad, de despersonalización, de estar fuera de uno mismo, de verlo todo «desde fuera».
– Problemas de concentración y atención.
– Consumo de alcohol y drogas.
– Creencias irracionales de culpabilidad o vergüenza, pensamientos negativos hacia uno mismo. Pensamientos de animadversión y odio hacia los demás, creencia de que la gente está contra ti, de que alguien te amenaza continuamente.
– Faltas de memoria. Olvidos pasajeros frecuentes. Incapacidad de recordar tareas o hechos cotidianos.
– Sustos y sobresaltos ante cualquier estímulo irrelevante, como un timbre o el paso cercano de una motocicleta o un coche.
– En niños que pueden haber sufrido maltrato, agresiones (sexuales o no) o acoso escolar, es importante observar su comportamiento, sus juegos y sus dibujos. Por ejemplo, puede dibujar a algún miembro de su familia como un monstruo u ogro, y a otro (él mismo) como un ser pequeño y asustado, o bien figuras que tratan con saña y crueldad a otras. Mediante el dibujo el niño puede expresar muchas cosas que nunca verbalizará por miedo. Es importante observar bien los cambios en su conducta: si se comporta de manera huidiza, si está deprimido, si habla menos y rehúye a la gente, si de pronto su rendimiento escolar se ha desplomado, si ya casi no juega, si llora de forma súbita o es demasiado agresivo e irritable. No hay que trivializar sus quejas en cuanto a que otros compañeros le traten mal o se burlen de él, no quitarle peso a sus problemas solo porque «solo es un niño». Su mundo es tan conflictivo y complicado para él como lo es para cualquier adulto el suyo propio.
– Síntomas físicos:
o Aumento del pulso cardíaco, taquicardia, temblores, llanto incontrolado, sensación de ahogo, hiperventilación, pérdida del conocimiento.
o Cansancio físico general. Agotamiento.
o Jaquecas y dolores de cabeza.
o Somatización del estrés en tics, movimientos involuntarios, espasmos, y en trastornos y enfermedades físicas.
o Tensión muscular que puede ocasionar lesiones y contracturas.
¿Cómo sé que he sufrido o estoy sufriendo un trauma psicológico?
Muchas personas comprenden que han vivido situaciones tan complicadas, angustiosas y casi insoportables que identifican su sufrimiento como consecuencia clara de un proceso traumático, y por tanto buscan la ayuda de un psicólogo sanitario.
No obstante, otras personas tienen la sospecha de estar sufriendo un trauma, pero no están seguros, o bien se niegan a reconocerlo porque ni siquiera pueden pensar en ello, a pesar de sus evidentes sufrimientos cotidianos. Hay quien ha vivido con tanta tensión cotidiana, con unas exigencias tales de autoeficacia y perfeccionismo, que se niega a reconocer sus propios límites humanos y achaca su malestar general a «un poco de estrés». En determinados campos laborales algunas personas no toleran debilidad en sí mismas, por orgullo o por condicionamiento social, y no quieren reconocer que en algún momento se han «roto», siendo víctimas de un trauma psicológico.
Si te has reconocido en algunos, varios o muchos de los síntomas anteriormente reseñados es posible que sufras un trauma psicológico. Tal vez hayas tenido una experiencia demasiado horrible o peligrosa, o hayas pasado un periodo de tu vida tan estresante que el solo hecho de recordarlo te produzca un dolor agudo, o tal vez no puedas olvidar ciertos hechos por mucho que desees hacerlo y vuelvan a tu cabeza una y otra vez. O tal vez haya periodos intolerables de tu vida que no puedes ni siquiera recordar. Las personas traumatizadas suelen intentar apartar los recuerdos dolorosos, pero parecen ser más fuertes que ellos y vuelven una y otra vez, y esa lucha produce un estrés cada vez mayor. Pero tampoco pueden entregarse al recuerdo porque sienten la misma presión insoportable de la situación real que los ha provocado. Además, cualquier estímulo que mínimamente se parezca o evoque la situación traumática dispara la angustia, que puede generalizarse y extenderse a muchos otros ámbitos de esta vida.
El simple hecho de albergar dudas sobre si has sufrido o sufres un trauma psicológico ya es razón suficiente como para visitar a un psicólogo sanitario. Es una opción inteligente, aunque solo sea para clarificar qué te ocurre y para buscar solución a ese problema, sea el que sea.
Tratamiento del trauma psicológico
No hay un tratamiento único, rígido y estandarizado para el trauma psicológico. Como con el resto de los problemas de mis pacientes, en NVAG Centro de Psicología cada persona requiere una ayuda hecha a la medida, una terapia eficaz adaptada a sus circunstancias y su carácter. Cada paciente recibirá la atención y el trato individualizado que merece para que vaya recuperando poco a poco la serenidad, la fortaleza y la libertad que ha perdido, para que vayan desapareciendo el sufrimiento y la angustia y para que empiece a tomar de nuevo las riendas de su vida.
Si quieres saber cómo puedo ayudarte, en este o cualquier otro problema, puedes conocer