Terapia de Pareja en NVAG Centro de Psicología, Alcobendas

Es posible que tu pareja y tú paséis por un mal momento en vuestra relación. Quizá se multipliquen las discusiones y disputas y os decís cosas de las que luego podéis arrepentiros. Quizás no haya una buena comunicación: los silencios se dilatan, casi no habláis o no podéis comprenderos. Tal vez una parte sufre celos angustiosos y la otra se siente agobiada y vigilada. Puede que la vida en común os parezca aburrida y repetitiva, sin ilusiones, y no sentís la misma atracción de antes. Incluso puede que penséis en romper pero tengáis dudas. O si no tenéis dudas, queréis separaros de la manera menos dolorosa posible. Puede que deseéis pasar la página de una infidelidad ya terminada o que os resulte difícil mostraros cariño el uno al otro…

Queréis acabar con el sufrimiento y la falta de esperanzas, superar los obstáculos y tener una vida en pareja rica y satisfactoria.

Si estáis buscando un Profesional de la Psicología Sanitaria para resolver vuestros problemas de pareja, podéis llamarme para ayudaros y guiaros en la Terapia de Pareja en NVAG Centro de Psicología (Alcobendas, Madrid).

Tal vez sea la mejor decisión que podéis tomar para mejorar vuestra relación y, quizá, vuestras vidas en general.

A continuación te voy a contar en qué consiste la Terapia de Pareja en NVAG Centro de Psicología, sus objetivos, vuestro papel como pareja y el mío como psicóloga, los problemas más comunes en la pareja y muchas más cosas, todo ello desplegado con amplitud y claridad, para que puedas entender mejor el proceso terapéutico en pareja. Si sientes que tienes problemas de pareja, te invito a continuar leyendo porque estoy segura de que te va a interesar.

¿Qué es la Terapia de Pareja?

Es un tipo de psicoterapia en el marco de la Psicología Sanitaria, dirigida y sostenida por un profesional de la salud mental, en este caso una psicóloga colegiada y especializada: yo. El objetivo es tratar los problemas que se producen en una relación de pareja de dos personas, sean heterosexuales u homosexuales.

Se trata de un proceso terapéutico en el cual el paciente es la relación, que en estos momentos no resulta satisfactoria, para ambos o alguno de los miembros que componen la pareja. Además, al mejorar la relación los dos miembros crecen también de manera individual.

No obstante, el primer objetivo es la relación. Los problemas de cada uno pueden tener importancia, pero deben ser tratados en la Terapia individual. Por ejemplo, si una parte es adicta al alcohol o las drogas y esto lesiona la relación, antes de ir a terapia de pareja esa persona debe, en primer lugar, resolver su problema de adicción en una terapia individual. Solo cuando haya superado su adicción y por tanto cuando haya resuelto ese problema personal, si aún sigue habiendo problemas en la pareja, es cuando podrían plantearse los dos realizar una terapia de pareja para mejorar su relación. Tomemos otro ejemplo: si hay un patrón de peleas motivadas por conflictos al tomar decisiones comunes, seguidas tales peleas por largos espacios de incomunicación, parece más claro que el «paciente» es la pareja.

Las sesiones duran una hora y tienen un precio de 120 €. La primera sesión es gratuita.

Antes de concertar la primera cita he de tener una conversación telefónica con al menos uno de los dos para conseguir información básica y descartar si estamos ante un problema de terapia individual. Incluso si hay problemas de pareja, tal vez yo no pueda tratarlos (por ejemplo, problemas sexuales que requieran de un sexólogo o un médico o ginecólogo).

Las primeras sesiones están dedicadas a recoger información necesaria y más concreta: tiempo que lleváis juntos, vuestra problemática, si tenéis hijos y vuestra relación con ellos, vuestro clima emotivo y emocional, cómo tomáis decisiones, vida cotidiana, entorno laboral, relación con las familias políticas y cualquier otro aspecto útil. En los inicios de la terapia tendré una sesión con cada uno, pues necesitaré al menos una sesión con cada uno por separado para recibir su propia versión.

Tras esas primeras sesiones de sondeo puedo empezar a tener una idea clara de lo que os ocurre, establecer la naturaleza del problema y planear una estrategia terapéutica. Es posible que vuelva a pediros información en cualquier momento, pues el cuadro de la pareja suele ser complejo y se requiere de tiempo para una evaluación adecuada.

A lo largo de la terapia vosotros dos expondréis vuestros pensamientos y emociones, dialogando, tratando de entender qué os ocurre y cómo solucionarlo. Yo os ayudaré conduciendo este proceso de autoconocimiento y mejora.

Se establecerán unos objetivos que con el tiempo pueden ir modulándose, y a los que quizá se añadan otros secundarios. Trabajaremos para entender qué os ha llevado al punto en que estáis y qué acciones os ayudarán a superarlo.

La acción terapéutica primero ocurre en los diálogos de las sesiones. Es decir: hablar y escuchar. Pero también puedo encargaros tareas que realizar después (ejemplos: un diario emocional o una autoevaluación diaria sobre cómo os sentís, si ha habido discusiones, actividades juntos…).

Llevaréis a cabo acciones en vuestra vida cotidiana para eliminar hábitos negativos o crear positivos (por ejemplo, una persona celosa puede comprometerse a no investigar el teléfono móvil de su pareja).

En las sesiones, los dos miembros nunca discutirán de manera acalorada. No habrá careos, cruces de acusaciones, reproches, ataques personales ni insultos. Sí expresaréis críticas y quejas, de manera constructiva y en tono educado. Se mantendrá un cauce civilizado de respeto. Si habláis uno con el otro o conmigo, podré establecer turnos de tiempo para que os escuchéis sin interrumpiros.

Para que la terapia funcione es recomendable una sesión por semana. Si hay menos se corre el riesgo de que la acción terapéutica vaya perdiendo fuerza en un espacio de tiempo demasiado largo, hasta la próxima sesión.

Es difícil establecer una duración fija para la terapia. Se necesitan por lo común meses para alcanzar los objetivos y a veces incluso se necesitarán años. Depende de la magnitud y profundidad de los problemas y de la implicación de los dos.

Según vayáis resolviendo problemas y cumpliendo objetivos, puedo estimar conveniente que las sesiones se distancien (una vez cada dos o tres semanas) y cuando la pareja esté «sana» os aconsejaré dejar de venir y terminar el proceso terapéutico. No obstante, si lo queréis podemos tener sesiones de control espaciadas en el tiempo. El objetivo último es que la pareja no necesite terapia y pueda funcionar bien «por sí sola», porque habrá alcanzado la madurez y fortaleza necesarias para resolver sin ayuda sus propios problemas.

¿Cuándo hemos de acudir a Terapia de Pareja?

No es fácil concretar el momento exacto en que a una pareja le viene bien recibir ayuda terapéutica. Suele ocurrir tras intentar resolver vuestros problemas vosotros solos, sin éxito. La convivencia es muy difícil o parece abocada al desastre. Pero a pesar de los problemas, de algún modo queréis seguir juntos y eso os lleva a contactar con un psicólogo especializado que pueda ayudaros a recomponer la relación.

Puede que la pareja ni siquiera entienda qué les pasa. No saben por qué su relación se ha estancado ni si aún se aman. Quieren comprender qué les está ocurriendo.

A menudo, una parte «arrastra» a la otra a la terapia. Pero al final es convencida y ambos vienen.

No obstante, debe advertirse que la terapia es cosa de dos. Para que funcione, ambos tenéis que comprometeros a «trabajar duro».

En líneas generales, una pareja suele ir a terapia cuando sufre problemas que lesionan o dificultan la vida en común y en los cuales los dos tienen su parte de responsabilidad. Si los problemas se «dejan sueltos» no desaparecen, sino que crecen y provocan un sufrimiento tan alto para los dos, que entonces sí están dispuestos a buscar ayuda. Lo mejor es acudir a terapia cuando esos problemas no son demasiado grandes, es decir, al detectar grandes dificultades en la vida de pareja. Cuanto más dañada esté la relación más tiempo tardará en recomponerse y sanar.

Puede que la pareja «marche» bien, pero deba enfrentarse a nuevas etapas o desafíos y necesiten ayuda profesional para gestionarlos (por ejemplo, si van a tener hijos o al despedirse de ellos cuando dejan el hogar).

Las razones que llevan a una pareja a terapia son muchas y diversas. Hay tantas como parejas existen, porque cada una es un universo en sí misma y hay que tratarla de manera diferenciada e independiente.

¿Qué objetivos tiene la Terapia de Pareja?

El primero es mejorar vuestra vida en común. Y en caso de ruptura, que sea lo menos dolorosa posible.

Una vez delimitado el objetivo principal, para obtenerlo hay que establecer una serie de metas. No tienen un orden ni número rígidos porque cada terapia en NVAG Centro de Psicología es como un traje hecho a la medida.

En primer lugar, querréis comprender en qué consiste el proceso. Yo resolveré vuestras dudas para daros la tranquilidad y seguridad que necesitéis.

Juntos, tenemos que detectar los problemas principales y secundarios, sus orígenes, síntomas, pautas y hábitos. A veces no hay un solo problema y tampoco resultan evidentes ni claros. Un objetivo fundamental es el autoconocimiento de la relación por sus dos partes. Este autoconocimiento os ayudará a comprenderos mejor uno al otro y a vuestra relación.

El compromiso es imprescindible. Debéis poner de vuestra parte el valor y las ganas de trabajar duro en algo que valoráis: vuestra relación.

Tras el análisis y la comprensión hay que enfrentar el cambio de actitudes y comportamientos. Se deben eliminar hábitos nocivos y crear o fortalecer los positivos para vuestra relación. Tendréis que poner de vuestra parte para mejorar en el ámbito cotidiano. Lo que se hace fuera de la sesión es tan importante o más. El proceso terapéutico no se restringe al tiempo que paséis conmigo, sino a todo el que paséis juntos.

Alcanzados los objetivos generales y secundarios, podréis sentir como pareja que vuestra vida en común ha mejorado, que os encontráis en paz, que os aceptáis mejor uno al otro y que el clima emocional es el correcto.

¿Qué hemos de hacer en la Terapia de Pareja?

En primer lugar, debéis estar convencidos de que queréis hacer terapia. Si uno de los dos se siente desmotivado y a disgusto es mejor ni empezar.

No es tanto el «qué he de hacer», sino el «qué actitud he de tener». Vuestra actitud decidirá las acciones y los resultados. Debéis afrontar la terapia con actitud positiva. Hay que esforzarse por empatizar, escuchar y comprender y tener la mente abierta para encontrar soluciones que satisfagan a los dos.

El respeto es innegociable. No se viene a terapia para que cada uno suelte al otro quejas, reproches, culpas y exigencias. Los dos respetaréis los turnos para hablar y no estarán permitidas las discusiones enconadas ni los insultos.

Hay que ser honesto. No se deben guardar secretos hacia el otro miembro ni hacia mí, la psicóloga.

No me cansaré de repetirlo: tendréis que trabajar duro por vuestra relación. No es un proceso pasivo en el cual una vez a la semana se cuenten los problemas y se resuelven por sí mismos, o porque el terapeuta hace un «pase mágico psicológico» y los soluciona. Hay que enfrentarse a actitudes, creencias y hábitos que deben ser cambiados o al menos modulados.

Con una actitud y motivación positivas es muy probable que se resuelvan los problemas y se alcancen los objetivos.

¿Cuál es el papel del psicólogo en la Terapia de Pareja?

El terapeuta dirige y guía el proceso terapéutico.

No ordena ni impone criterios propios, sino que promueve un espacio seguro y neutral en el que vosotros podáis abriros uno al otro, en el que podáis entender y tratar vuestra relación de la mejor manera.

Tampoco os juzgaré ni cuestionaré. No seré el árbitro de un enfrentamiento para ver quién lo hizo bien o mal ni quién tiene la culpa. No habrá ganadores ni perdedores. Solo importa mejorar la relación y que ambos seáis felices.

No permitiré a ninguno de los dos miembros establecer algún tipo de alianza conmigo para que le ayude «contra el otro». No tendréis que convencerme a mí de nada ni demostrarme que «yo estoy en lo cierto y el otro se equivoca» Mi papel es neutral y objetivo. El terapeuta no mostrará nunca favoritismos. No me comprometo con ninguno porque ninguno de los dos, por separado, es mi paciente. Mi paciente es la relación en sí misma y me debo a ella, a mejorarla y que os satisfaga a ambos.

El papel del psicólogo tampoco es pasivo, pues ofrece herramientas terapéuticas. Además, supervisa las conversaciones e incluso las discusiones, si las hay, para que sean constructivas. Tiene la autoridad para impedir los ataques, los enfrentamientos y los careos. No permitirá nunca los gritos, el tono agresivo ni los insultos. También podré establecer turnos de palabra para evitar que el más efusivo «tape» al otro.

Dirigiré las conversaciones y entrevistas hacia los nudos del problema. Pero no seré yo quien os dicte qué debéis hacer o cómo debéis sentiros. Tendréis que esforzaros por conoceros mejor y buscar juntos las soluciones. Y yo estaré allí para ayudaros.

Una pareja puede acudir a terapia por muchas razones. Paso a enumerar algunas de ellas y sus posibles soluciones a lo largo del proceso terapéutico.

Problemas de comunicación

Resultan frecuentes en las parejas que acuden a terapia. Pueden crear o estar relacionados con otros problemas. La mala comunicación aparece de diversas maneras, a menudo mezcladas:

  • Poca comunicación: las conversaciones no fluyen y se acaban los temas de los que hablar.
  • Silencios incómodos y dolorosos. Pueden durar horas, pero también días e incluso semanas y meses. A veces ocurren tras alguna discusión fuerte. Entonces, una parte le retira la palabra a la otra o bien se dejan de hablar los dos. Si se producen de manera frecuente crean una pauta, un hábito que puede convertir al propio silencio en la situación «normal» de la pareja.
  • No se sabe, no se quiere o se teme expresar necesidades, críticas y emociones (por ejemplo, contar al otro las fantasías sexuales por vergüenza).
  • Malinterpretar los mensajes. Esto puede originar suspicacias y discusiones.
  • Descuidar el tono. Un tono distante, agresivo o indiferente puede distorsionar el mensaje que se quiere dar y crear disputas.
  • Temas prohibidos o «tabúes», pero de los que resulta necesario hablar (por ejemplo, si los suegros de uno se entrometen en la educación de los hijos, pero ese «uno» se niega a oír una sola de crítica sobre sus padres).

Hay otros síntomas y en cada caso hay que analizar el origen y las pautas. Entonces, pueden llevarse a cabo distintas acciones:

  • Detectar los «nudos» que impiden una buena comunicación y propiciar un espacio sano terapéutico para que entre los dos, y con la ayuda del psicólogo, podáis desatarlos.
  • Comprometeros a escuchar con una actitud abierta y comprensiva y a cuidar el tono y forma de hablar, día tras día.
  • Fomentar el hábito de la conversación y recuperar las ganas de hablar juntos, de charlar sobre lo que le ha ocurrido a cada uno en el trabajo, de los amigos y conocidos, de temas cercanos o lejanos que os resulten interesantes.
  • Educar el control emocional al dar y recibir críticas. Escuchar al otro, no solo hablar de lo que a uno le interesa. Ser claros y honestos al expresar deseos y necesidades. Cultivar la empatía y la diplomacia para evitar el mal tono y los malentendidos.
  • Disolver los silencios para que fluya la comunicación. Comprometerse a hablar con el ánimo de afrontar juntos los problemas. Estar dispuestos a pedir perdón y a perdonar las palabras fuertes que a veces se dicen en las discusiones.
  • Buscar problemas anteriores o más profundos, que bloquean y dificultan la comunicación. A veces existen problemas de fondo y la mala comunicación es un producto o síntoma de ellos, más que el problema principal. En tal caso, primero deben localizarse y resolverse los problemas anteriores y de fondo. Una vez hecho esto, es posible que la comunicación mejore y fluya de un modo natural. Por ejemplo, una pareja puede discutir con frecuencia y acabar con silencios de venganza o castigo (problema de comunicación). Si esa pareja tiene un problema de celos, en el cual uno controla o espía al otro y le muestra desconfianza, y este a su vez protesta y en consecuencia se producen esas discusiones y silencios, es muy posible que antes de concentrarse en la mala comunicación, primero haya que hacerlo en los celos. Una vez que el celoso confíe y deje de presionar al otro y este no responda de manera agresiva, tal vez desaparezcan las discusiones y los silencios, y por tanto quede resuelto el problema en la comunicación. Como sucede en muchos otros asuntos, los problemas de comunicación pueden estar relacionados, entremezclados o incluso ser creados por otros. Tanto en terapia individual como de pareja, se debe adoptar un enfoque amplio y abierto en cuanto a cada problemática.

Discusiones y disputas frecuentes

Este problema se repite mucho y puede estar relacionado con los problemas de comunicación. La pareja está tan dañada que su vida consiste en una sucesión de discusiones y disputas, a veces amargas y agresivas.

Aclaro que me refiero siempre al ámbito verbal. No debe confundirse con la violencia o el maltrato físicos: si un miembro (o los dos) lo ejercen, de inmediato la víctima debe alejarse y cortar la relación. En casos extremos tendrá que pedir ayuda legal. No se puede hacer terapia de pareja si existen episodios de violencia o maltrato físicos.

En las discusiones a menudo se pierde de vista el problema o el tema de fondo y se cae en una lucha de egos o de poder que lleva a las dos partes a atacarse con ironías, sarcasmos, reproches y críticas destructivas. En lugar de argumentar y razonar se personaliza, se contesta a cada insulto con un insulto aún mayor, se falta al respeto y se crea un clima tóxico de venganzas. Y cada simple conversación es una nueva disputa, que produce otra, y otra… Este patrón destruye el clima de armonía que debe existir en toda pareja.

Puede resultar muy doloroso porque los dos aún se quieren, pero no pueden dejar de atacarse con saña en cuanto uno abre la boca. Cada uno magnifica los intolerables insultos y reproches del otro, pero «olvida» los que él o ella lanzaron.

Suele haber problemas de base que deben ser tratados y resueltos:

  • Problemas de comunicación, ya reseñados.
  • Conflictos en la toma de decisiones (por ejemplo, la educación de los niños, economía doméstica, etc.).
  • Pérdida del atractivo de un miembro para el otro (o de los dos), aburrimiento, expectativas demasiado altas (uno puede culpar al otro de «hacerle infeliz», a lo que este a su vez contraatacará).
  • No entender el objetivo de toda discusión, que busca resolver un problema (se buscan culpables, no soluciones). Ensañarse con los defectos del otro en lugar de ayudarle a superarlos. Acusaciones. Falta de paciencia y de empatía.
  • Otros problemas de fondo (celos, dependencia emocional, etc.).

En efecto, las discusiones frecuentes pueden ser un síntoma del verdadero problema. Primero habrá que descubrir cuál es y solucionarlo.

Como se dijo en los problemas de comunicación, resulta fundamental trabajar para crear buenos hábitos en la pareja: expresar bien las críticas y necesidades, argumentar con respeto y discutir de manera adulta y reposada, sin crear una batalla verbal.

Celos

Los celos aparecen cuando uno de los dos tiene miedo de perder al otro, al imaginar que este va a abandonarlo por otra persona.

Esta emoción puede parecer justificada, si de veras hay indicios razonables de que uno está próximo a cometer una infidelidad. Pero muchas veces los celos son infundados. Entonces, la parte celosa sufre angustia al creer muy posible que su pareja la abandone por otra persona, o bien que siga con ella pero le sea infiel.

El individuo celoso cae en una espiral irracional de desconfianza y temor. A su vez, la persona que recibe los celos puede enojarse por las conductas acusatorias o intrusivas del otro. Los dos pueden entrar en un patrón de discusiones recurrentes que dañen la relación.

Síntomas de una pareja con problema de celos:

  • Acusaciones, interrogatorios y reproches de la persona celosa.
  • Conductas intrusivas: revisar el correo electrónico o los chats del teléfono móvil de la pareja sin permiso de esta.
  • Espiar y vigilar a la persona que recibe los celos. Llamarle muchas veces y exigirle explicaciones sobre adónde va y con quién.
  • La persona celosa puede llegar a no querer separarse físicamente del otro porque no se fía de lo que haga cuando no esté delante.
  • Quien recibe los celos responde con enfado, ira y ataques personales.
  • Esta persona prefiere pasar el menor tiempo posible con la parte celosa. Se siente agobiada y perseguida.
  • Incluso puede buscar otras compañías porque no soporta a su pareja, lo cual llevaría a que los celos «favorezcan» la infidelidad.
  • Discusiones recurrentes y ataques mutuos.
  • La persona celosa puede tener problemas de dependencia emocional, baja autoestima o pocas habilidades sociales.

En ocasiones la persona celosa tiene graves carencias y muchos problemas emocionales, lo que requerirá de terapia individual.

Puede que los celos se deban a una infidelidad ya terminada, pero no superada por el miembro que la sufrió, y que todavía desconfía de su pareja. Primero habría que tratar con detenimiento el problema de la infidelidad no superada.

Además del tratamiento en las sesiones, cuando se trata el problema de celos en terapia de pareja, los dos deben realizar el siguiente trabajo:

  • La persona que recibe los celos debe mostrar paciencia y una sana compasión, porque el otro miembro no siente celos «por capricho»: su angustia y sus obsesiones son emociones reales y dolorosas. Tiene que fomentar la autoestima y la confianza del miembro celoso y disipar con calma sus dudas.
  • La persona celosa debe luchar contra sus hábitos y compulsiones negativas: interrogatorios, comprobaciones, espionaje, revisión de la información privada… Se irán restringiendo tales conductas hasta que desaparezcan. El otro miembro debe reforzar y alabar los esfuerzos y las pequeñas victorias.

Los dos deben dialogar con empatía, serenidad y racionalidad para disipar dudas y temores y disolver los celos.

Infidelidades

Las parejas que han sufrido un problema de infidelidad acuden a la terapia para gestionar la reconciliación, el perdón y la vuelta a una vida sana juntos. Quieren superar el obstáculo que fue la infidelidad e impedir «secuelas emocionales» en forma de rencor, desconfianza o (como se ha visto antes) celos.

Antes de empezar la terapia, es imprescindible que la parte infiel haya cortado los lazos con la tercera persona. Los dos deben ser fieles y querer seguir siéndolo.

A veces una pareja no tiene dificultades evidentes pero uno de los dos es infiel. Puede ser un problema personal para ser tratado antes de empezar la terapia (adicciones, descontrol emocional, compulsión, creencias irracionales sobre el amor en pareja…). Si esto se detecta en la llamada telefónica o en las sesiones de recogida de información, la persona tendrá que realizar primero una terapia individual.

Aunque ya he comentado que debe haber desaparecido todo acto de infidelidad, es necesario analizar cuáles fueron los motivos y orígenes. Quizás haya un problema de fondo como los siguientes:

  • Pérdida de atracción por el otro miembro.
  • Aburrimiento, falta de estímulos que hagan interesante la vida en pareja.
  • Aislamiento, alejamiento de los miembros ocasionado por conflictos, discusiones recurrentes o mala comunicación.
  • Deseo de romper la pareja. Dudas sobre si seguir en la relación. La persona infiel cree que interactuar con un tercero le «ayudará» a consumar la ruptura («un clavo saca a otro clavo»). Esto es un error. Si uno de los dos quiere separarse lo correcto es realizar primero el proceso de ruptura con el menor dolor y solo después decidir si se quiere o no entablar otra relación.
  • Venganza o castigo de un miembro hacia el otro. Es algo insano porque además el infiel aún puede seguir amando al engañado y por tanto se dañará también a sí mismo.

Puede haber otras razones de fondo y deben ser exploradas. Aunque los dos estén dispuestos a «pasar página», deben entender lo que ocurrió. Así será más fácil que no vuelva a suceder.

Pueden emerger emociones dolorosas y por ello una terapia de pareja es el lugar adecuado para superar un episodio tan delicado y difícil. Yo estaré allí para ayudaros a gestionar el sufrimiento, la duda, la ira y la vergüenza que puedan brotar.

El infiel debe mostrar un arrepentimiento y una actitud de enmienda sinceros, pedir perdón con humildad y firmeza, reconocer su culpa y comprometerse a hacer lo mejor para la pareja. A su vez, el engañado tiene que perdonar de corazón.

El episodio de infidelidad no podrá usarse como arma en cualquier disputa. Los rencores y el deseo de venganza tienen que ser limpiados y eliminados.

Los dos deben reconciliarse, establecer un compromiso y reafirmar unos valores que den fortaleza a la relación. Tienen que poner todo de su parte para recuperar las ganas de vivir juntos, de una manera satisfactoria, con ilusión.

Conflictos

Una pareja decide sobre muchos asuntos que repercuten en la vida de cada uno y además en la propia relación. Cómo educar a los niños, elegir los trabajos, dónde vivir y si cambiar de domicilio, las relaciones con amigos y familiares, gestionar la economía conjunta, las vacaciones… Estos son unos pocos ejemplos de los muchísimos que pueden originar conflictos.

También surgen desacuerdos en las creencias y opiniones. Ni siquiera las dos personas más afines se van a salvar de discutir de vez en cuando sobre los asuntos del mundo y del ser humano.

Todo esto, que es normal, puede salirse de los cauces de la argumentación serena y degenerar en disputas enconadas que pueden lesionar la armonía.

Frecuentes conflictos generan un clima de disputas, así que se relaciona con los apartados de mala comunicación y discusiones frecuentes. En ellos encontraréis mucho material que no es necesario repetir.

Los conflictos pueden ser generados por un problema subyacente y anterior (infidelidades, pérdida de atracción, estrés…). Entonces se trata más bien de síntomas y los problemas de fondo serán tratados primero.

Para evitar conflictos al tomar decisiones se debe mejorar la escucha y la empatía. Hay que dejar fuera egos y protagonismos y fomentar la claridad, la ecuanimidad y la madurez.

También conviene desarrollar habilidades de negociación. Cada uno puede ceder en unas cosas a cambio de conseguir otras. Aunque suene poco romántico, las parejas que prefieren negociar suelen gestionar mejor sus conflictos.

Dependencia y codependencia emocional

La dependencia suele ocurrir cuando uno de los dos necesita de un modo exagerado que el otro esté en su vida, incluso físicamente, en cada momento de la relación.

La persona dependiente suele sentir mucho miedo al abandono, a quedarse sola, a la soledad.

El dependiente lleva a cabo comportamientos irracionales y conductas obsesivas para agradar a la otra persona. La parte dependiente pasa por encima de sus propias necesidades y «vive» solo para satisfacer las del otro, busca siempre su validación y le resulta difícil expresar cualquier desacuerdo. En casos extremos, muestra obediencia y sumisión.

El dependiente no se siente capaz de tomar decisiones solo ni de cuidar de sí mismo y por ello considera al otro imprescindible.

En la codependencia las cosas se complican. Al comportamiento obsesivo del dependiente se suma el del otro, el codependiente.

Hemos visto que el dependiente necesita ser protegido y guiado. El codependiente es un reflejo inverso porque necesita proteger y guiar, pero no de un modo natural y generoso. Lo hace para sentirse importante, querido y valorado. Quiere en el fondo provocar la dependencia del otro. Busca ayudar de forma exagerada y hasta agobiante a su pareja. Si esta expresa que no necesita tanto de sus servicios y cuidados, el codependiente puede dramatizar e indignarse por sentirse «utilizado». Cree que él o ella «todo lo da por el otro y no recibe nada a cambio». Pueden intentar hacer sentir culpable al otro mediante chantajes emocionales y buscará manipular y dirigir sus emociones.

La dependencia y codependiencia pueden ser antes un problema individual que de pareja. A veces, cuando las personas han sufrido en su infancia un apego inseguro en la relación con sus padres y figuras adultas de confianza, desarrollan un sentimiento de vacío y de necesidad que repercute en sus futuras relaciones de pareja. En este caso es mejor la terapia individual.

Pero si el psicólogo se da cuenta de que es «cosa de dos», sí resulta útil la terapia de pareja.

Los dos han de entender que existe dependencia o codependencia, porque en ocasiones ni siquiera lo saben. En terapia pueden recibir psicoeducación sobre estos cuadros complejos para que ellos mismos los reconozcan.

Se analiza y estudia la sintomatología (pautas, circunstancias, hábitos…), se detectan los comportamientos exagerados u obsesivos y se trabaja para cambiarlos. También es necesario corregir creencias irracionales sobre el amor o la convivencia.

Hay que fomentar espacios sanos de autonomía y soledad para el dependiente. Este debe dar importancia a sus necesidades, regular las emociones y la asertividad para reconstruir su autoestima. El otro miembro debe alentarle a tomar decisiones y apoyarle en su proceso de cambio.

Cuando ambos se ayudan con madurez y persistencia es muy posible que los pensamientos y conductas de dependencia y codependencia vayan desapareciendo. Entonces se sentirán más unidos, pero desde la libertad y la responsabilidad.

Aburrimiento y monotonía

Según van pasando meses y los años puede que la pasión y la diversión de la vida en pareja se vayan atenuando. La convivencia humana produce fricciones y es imposible que no haya diferencias de opinión y discusiones. Con el tiempo, la otra persona deja de ser aquel ser increíble y maravilloso al que veíamos unas pocas veces por semana. Ahora nuestra pareja convive en la misma casa, nos acostamos y levantamos con ella, la oímos roncar, le vemos dejar sus prendas u objetos personales donde a nosotros quizás no nos gusta y tiene manías y modos de actuar propios (como todos) que pueden incomodarnos.

Muchas parejas se encuentran con agendas complicadas. El trabajo puede resultar estresante, tedioso y hasta insoportable, y tras la jornada laboral podemos llevar esos problemas y esa actitud a casa. Cuando hay niños ya no se pueden hacer las locuras de juventud y no hay apenas intimidad para los padres.

La vida se vuelve repetitiva. Cada día es igual al anterior, con lapsos en los fines de semana para salir a almorzar y cenar a los mismos sitios y realizar las mismas actividades.

La monotonía es un peligro muy real en una pareja.

Ya no se hacen con ganas las cosas en común y no hay ilusión por estar con la otra persona. Esto cada uno lo nota en el otro y puede tomarlo como una especie de ataque o reproche sutil.

Estos patrones ocasionan discusiones y ataques. Cada uno le echa al otro la culpa de que esta vida en pareja tenga tan poca calidad. Las disputas acaban con la armonía y se entra en un túnel oscuro que incluso puede durar años, y en el cual «aguantan» solo porque la separación da más miedo que el aburrimiento actual.

Una buena forma de solucionarlo es acudir a Terapia de Pareja.

Como en todos los problemas, primero debe descartarse que el origen esté en un solo miembro (depresión, odiar el oficio o trabajo que se desempeña, vacío existencial…), que primero debería acudir a la terapia individual.

En la terapia de pareja puede ser necesaria cierta psicoeducación para apartar creencias irracionales sobre las relaciones de largo recorrido. Estas pasan por distintas fases y la primera, la de mayor pasión en todos los niveles (también sexual) no dura para siempre. Según pasan los años es normal que baje la intensidad de las emociones. Una «luna de miel eterna» es imposible. La convivencia no es un cuento de hadas, una novela romántica o una película de Hollywood. Para que una relación de pareja se sostenga no solo se necesita el amor, sino también cualidades menos glamurosas como: paciencia, empatía, diálogo y control de las emociones.

En la terapia los dos hablan sobre su malestar, detectan cuándo empezó y cómo afecta a su vida en común. No se buscan culpables y ambos aceptan su parte de responsabilidad.

Han de comprometerse a romper la rutina en su vida en pareja. Deben guardar los móviles y hablar más: reforzar la comunicación, mantener conversaciones y gestionar las diferencias de opinión para que no acaben en una lucha de egos. En el amplio mercado de productos y servicios resulta casi imposible no hallar algo que hacer juntos (apuntarse a un curso de cata de vinos, convertirse en expertos del cine de misterio, aprender a bailar tango o bachata, jugar al pádel, turismo cultural, excursiones a la montaña, estudiar un idioma, viajar más…). El simple hecho de cambiar pequeñas cosas de la vida en común ya ayuda: ir a distintos restaurantes o lugares de ocio, ver juntos una película divertida comiendo palomitas, tratar los asuntos del trabajo con la pareja…

Los dos tienen que tomar una disposición activa, no pasiva. Ambos tienen que comprometerse a «trabajar duro» y a no rendirse cuando aparece el aburrimiento. Este jamás se vence con la inacción. Si no funciona una actividad puede buscarse otra, y luego otra. Es necesario ser creativos.

Poco a poco, se conseguirán y multiplicarán los «buenos momentos juntos» de diversión, entretenimiento y risas. Con persistencia y paciencia pueden ser no una excepción, sino un hábito.

Pérdida de atracción

Es un problema no tan menor como pueda parecer a primera vista. Está muy relacionado con el anterior, el aburrimiento. En casos extremos, puede convertirse en animadversión y repulsión. Pero cuando hay atractivo el aburrimiento es imposible porque estar con la otra persona es un placer. Muchas de las soluciones para el apartado anterior sirven en este.

No solo me refiero al atractivo físico, quizás el más evidente, sino también a la capacidad de atraer intelectual y afectivamente, y que la presencia de cada uno resulte interesante e ilusionante para el otro.

En terapia se debe entender primero por qué ya no resulta atractivo el otro miembro. Los dos hablan con sinceridad pero sin ánimo ofensivo, para saber por qué ya no se gustan.

Exploraremos si hay problemas de fondo anteriores (por ejemplo, las discusiones frecuentes y los conflictos suelen matar la atracción).

Aunque puede haber soluciones comunes, los dos han de esforzarse para recuperar el atractivo perdido. Por ejemplo, tienen que intentar recuperar y mantener la buena forma de antaño que han perdido. El ejercicio físico no solo es magnifico para aumentar el atractivo para la pareja, sino que además mejora la salud física y el estado de ánimo. Nunca dejaremos de correr, nadar, levantar pesos, practicar algún deporte o caminar con regularidad. Con sensatez, el ejercicio físico es la fuente de la juventud y la belleza. También resulta conveniente moderar el consumo de comida y bebida, no solo por aumentar ese atractivo, sino sobre todo para cuidar nuestra salud.

Nunca deberíamos dejar de formarnos, aprender, estudiar y sentir curiosidad. Si los dos llevan una vida interesante que aman y que les plantea retos y desafíos, siempre resultarán personas interesantes, con una personalidad atractiva.

Como se dijo en el apartado anterior, no podemos adoptar una actitud pasiva, sino activa. Cada uno tiene que volver a gustarse a sí mismo y disfrutar de su propia vida y de ese modo podrá gustarle al otro.

Relaciones con las familias

Las familias políticas pueden ser una fuente de tensiones. Este problema está relacionado con los conflictos, mala comunicación y discusiones frecuentes, así que puede adoptarse el mismo enfoque para solucionarlos.

Como siempre, primero descartaremos que haya problemas individuales. Por ejemplo, una parte siente dependencia y un apego insano hacia miembros de su familia y es víctima de abusos y chantajes emocionales. Esta persona debe por su bien y por el de su relación de pareja asistir a terapia individual.

Pero a veces es «cosa de dos». Quizás una parte (o las dos) no soporte a la familia del otro pero esté obligado a frecuentarla. La familia puede presionar o agobiar, tener conductas intrusivas y querer decidir en asuntos que competen solo a la pareja (educación de los hijos, gestión de la economía hogareña, dónde pasar las vacaciones…). Algunos familiares pueden resultar molestos o impertinentes y solo por pertenecer a la familia política se les permiten confianzas que no se tolerarían a un desconocido. Temas delicados como el cuidado de los padres mayores provocan choques si por ejemplo un miembro quiere traerlos a vivir a casa y el otro no.

Al tratarse de un conflicto hay que establecer un diálogo y una negociación sanos entre los dos. Por ejemplo, si uno es muy familiar pero el otro en absoluto lo es, el primero debería respetar al segundo y no coaccionarle ni chantajearle para estar a menudo con personas con las que no desea estar. A su vez, el segundo miembro debe entender que para el primero son importantes los lazos familiares y debería transigir en un mínimo de visitas o reuniones de compromiso. Con sensatez, buscarán una solución armónica para los dos.

No obstante, por muchas soluciones de compromiso que se adopten, los dos deben entender y aceptar ciertos fundamentos. Una pareja son dos, no una multitud. Cada miembro se une o se casa con el otro, no con su familia. Aunque pueden aceptarse consejos, las decisiones de la pareja las toma la pareja. Nunca son tolerables comportamientos intrusivos, maleducados o abusadores vengan de donde vengan, incluida la familia. En ocasiones a algunos familiares hay que marcarles límites, como se haría con cualquier otra persona.

A través de la psicoeducación, la regulación emocional y una negociación y comunicación fluidas, es posible resolver los problemas originados por la relación con las respectivas familias.

Problemas sexuales

El sexo de la pareja es un universo en el que intervienen factores individuales de cada uno y factores sinérgicos de la propia relación.

Cuando hay problemas de cualquier tipo en la pareja suele producirse una bajada del deseo sexual. Para que el sexo sea satisfactorio debe haber un clima de armonía, confianza, diversión y atracción. Si la pareja sufre de aburrimiento, falta de atracción, discusiones recurrentes, conflictos, falta de comunicación y otros problemas ya reseñados, es normal que los dos se distancien y que no haya relaciones sexuales. O de haberlas, que sean «forzadas» y hasta molestas. Algunas parejas muy dañadas pueden llevar meses e incluso años sin tener sexo. En estos casos la bajada o desaparición de la frecuencia de los encuentros íntimos no es el verdadero problema, sino un síntoma de otro más profundo. En terapia de pareja se buscarán esos problemas de fondo y una vez resueltos, cuando la vida en común sea relajada y satisfactoria, el deseo sexual volverá por sí mismo.

La falta de sexo no tiene por qué ser siempre un problema. En las relaciones con muchos años de convivencia puede bajar la libido por ambas partes, de forma natural y nada traumática. Las novelas y el cine pueden darles una importancia excesiva al sexo y parece que la pareja debe tener «sexo a toda costa». Pero las conversaciones, la diversión, el interés en actividades que los unan, pueden ser un «pegamento» a veces mejor que el sexo. Si la frecuencia de los encuentros íntimos decae quizá es porque la relación se va estabilizando y ya no es tan necesario. A veces no es motivo de alarma. En todo caso, es algo que se puede tratar en terapia.

Cuando el sexo es el origen del problema (porque afecte a uno en primer lugar o a los dos a la vez), la terapia de pareja en NVAG Centro de Psicología no es la opción correcta. Se necesita la acción o la colaboración de un profesional de la psicología especializado en sexología. También puede haber factores físicos y orgánicos que requieren tratamiento médico. O puede deberse a traumas, inhibiciones, creencias irracionales, depresión, complejos, obsesiones o adicciones (pornografía, drogas, alcohol…). En estos casos es mejor la terapia individual.

Ejemplos de problemas sexuales que requieren de un sexólogo o un profesional médico y que prefiero no tratar, por cautela y responsabilidad profesional:

  • Eyaculación precoz.
  • Eyaculación retardada (una tardanza anormal en llegar al orgasmo)
  • Dificultad o imposibilidad de llegar al orgasmo.
  • Vaginismo: dolor de la mujer durante la penetración, por una contracción de los músculos vaginales.
  • Falta de lubricación y sequedad que pueden causar dolor a la mujer e incluso al hombre.
  • Una medicación (por ejemplo, psicofármacos) que disminuya o impida la práctica sexual.
  • Problemas para excitarse (aunque haya deseo de intimidad, una o las dos partes no sienten suficiente estimulación).
  • Problemas en la producción de las sustancias necesarias para que el cuerpo sienta deseo o lleve a cabo el acto sexual. Ejemplos: testosterona, progesterona u otras hormonas sexuales.
  • Adicción al sexo: la persona es incapaz de controlarse y a veces incluso ya ni siente placer. Esto puede incomodar o molestar a la otra parte. Aunque se trata de un tipo de adicción, es mejor que la trate un sexólogo.
  • Conductas obsesivas y compulsivas durante las relaciones sexuales.
  • Insatisfacción de una o las dos partes. Aunque puede deberse a problemas no sexuales (estrés, falta de atracción, conflictos…), no debe descartarse la incompatibilidad en los gustos y prácticas sexuales (por ejemplo, una parte es más conservadora y la otra más curiosa).
  • Otros problemas con origen emocional y/o orgánico, relacionados con el mundo sexual de uno o los dos.

Otros problemas

Voy a citar unos cuantos problemas más. A menudo son ramificaciones o consecuencias de otros ya aparecidos, por lo que mucho de la sintomatología y del tratamiento y las soluciones en terapia se encontrarán en esos apartados.

Estrés: a veces viene causado por factores individuales de cada miembro (trabajo, estudios, inseguridades…), que lesionan la convivencia. Primero habría que tratar a la persona estresada en terapia individual. Pero también puede haber mucho estrés entre los dos. Más que un problema en sí mismo, suele ser el síntoma de otro aún mayor (mala comunicación, celos…).

Desilusión y desesperanza: la pareja siente que ha llegado a un callejón sin salida. El origen puede estar en problemas anteriores: aburrimiento y pérdida de atracción, discusiones y conflictos… También puede haber factores profundos, como una infidelidad no superada, celos, dependencia emocional… La relación está tan erosionada que los dos llegan desmoralizados a terapia para darse una «última oportunidad», porque no pueden encontrar la solución ellos solos. Entonces, con una buena cantidad de ganas de trabajar en la relación, es muy posible que recuperen los deseos de seguir juntos y sentirse más unidos y dichosos. Pero también es posible que por distintas causas la relación no tenga solución y que la sensación sea certera. En tal caso también habrá sido una buena idea acudir a terapia, en primer lugar para salir de dudas sobre si seguir juntos y, en caso de que no quieran, separarse de la mejor manera posible para ambos.

Faltas de respeto y abuso verbal: esto es intolerable. Nadie ha de soportarlas, por mucho que se ame o se necesite al otro (dependencia emocional). A menudo, la parte atacada suele ponerle un ultimátum: «o buscamos ayuda para solucionar esto o no sigo contigo». El abusador verbal debe comprender que está haciendo algo malo y con sinceridad querer reformarse y cambiar de hábitos y hasta de creencias. Quien ha cometido errores tiene derecho a redimirse y mejorar, y si busca guía terapéutica merece nuestro respeto y ayuda. En ocasiones resultará más conveniente la terapia individual: descontrol emocional, agresividad, estrés o incluso asuntos más serios como bipolaridad (que suele implicar la acción de un psiquiatra). Pero en no pocos casos los dos se faltan al respeto a menudo. Incluso personas que se quieren pueden perder el control en las discusiones y agredirse verbalmente, diciéndose cosas «en caliente» que ni siquiera creen, para hacer daño. Esto forma parte de los problemas de comunicación, conflictos y discusiones recurrentes y su tratamiento puede seguir los mismos cauces.

Puede haber más problemas, como origen o como síntoma de otros más profundos. Durante la terapia de pareja serán detectados, analizados, comprendidos y tratados para procurar la mejora de la relación y la satisfacción de los dos.

¿Cuándo la ruptura es la solución?

En ocasiones las parejas acuden a la terapia porque no saben si quieren seguir juntos. Necesitan explorar su relación y salir de dudas. Y quizás la ruptura sea mejor para los dos.

También es posible que no haya dudas y piensen que han llegado al final. A veces la mejor opción es terminar la relación por una incapacidad manifiesta para seguir juntos (cuando no se puede perdonar una infidelidad, hay creencias o planteamientos vitales incompatibles, una parte –o las dos– ya no siente nada por la otra, una parte –o las dos– se ha enamorado de un tercero y quiere romper la relación, etc.).

No siempre la ruptura es aceptada por ambos. A veces uno quiere seguir y el otro no, pero no desea herir al primero. Por otro lado, el que no quiere romper tiene que dejar ir con libertad al otro y encontrar en sí mismo la fuerza para seguir adelante, solo.

Cuando una pareja se rompe hay que tomar muchas decisiones: relaciones con los familiares y amigos, el mundo laboral, cambios en el modo de vivir, si debemos seguir viéndonos o no, cómo mantener la amistad sin «recaer» en encuentros sexuales que lo confundan todo…

Cuando hay hijos puede resultar complicado: ¿cómo contárselo? ¿Quién se los va a quedar? ¿Cuándo los vemos cada uno? Por supuesto, los niños jamás deben ser un arma que una parte use contra la otra. Ellos no tienen ninguna culpa y, por muy mal que se lleven los padres, siguen siendo sus padres. A menos que estos sean personas tóxicas, los niños seguirán viéndolos y relacionándose con ellos.

Además de tratar estos problemas en la terapia de pareja, es bueno comprender qué ha ocurrido, pero sin buscar culpables. Así, cada parte evitará los mismos problemas en futuras relaciones.

Los dos deben prepararse para llevar a cabo el duelo por esa relación rota. Incluso en las mejores condiciones, una ruptura siempre es dolorosa. Es normal que surjan emociones negativas: vergüenza, culpabilidad, ira, tristeza, miedo a la soledad, sensación de fracaso…

La terapia de pareja facilita a los dos un espacio de libertad, confianza, neutralidad y seguridad para poder explicarse uno al otro. El objetivo es que este proceso de ruptura sea lo menos doloroso posible, en un clima de cooperación, tranquilidad y madurez. Así, cada uno podrá aprender y quedarse con lo mejor de la experiencia en pareja y mirar hacia el futuro con nuevas ilusiones.

¿Cuándo no ir a Terapia de Pareja?

En determinados casos aconsejo no acudir a mi terapia de pareja. Cada psicólogo debe tratar los problemas que puede abarcar y no meterse en ámbitos que no domina. Esto es lo más ético y profesional.

En la llamada telefónica anterior a la terapia de pareja estaré encantada de contestar a todas las dudas que os surjan y, según la información que me deis, confirmaros que en NVAG puedo ayudaros a resolver vuestros problemas. Pero por la responsabilidad que os debo, también aclararé los problemas de pareja que yo no trato:

  • Cuando hay un problema de origen sexual (trastorno de deseo sexual, disfunción eréctil o impotencia, disfunción orgásmica, vulvodinia –dolores en la vulva y zonas cercanas–, trastorno de excitación genital, eyaculación precoz o retardada, vaginismo, adicción al sexo, baja frecuencia sexual, pérdida repentina de la libido, dificultad para alcanzar el orgasmo, dispaurenia –algún tipo de dolor genital asociado a la práctica sexual con penetración– y otros. En estos casos aconsejo acudir a un ginecólogo –aparato reproductor femenino–, a un urólogo-andrólogo –especialista para el paciente masculino– o a un sexólogo profesionalmente acreditado.
  • Si una parte tiene una relación secreta y no quiere que lo sepa la otra parte. Antes de empezar un proceso terapéutico de pareja toda infidelidad debe haber terminado.
  • Violencia, abusos, maltrato de larga duración. La víctima primero debe terminar con la relación y si no se ve capaz, acudir a terapia individual.
  • Trastorno de personalidad de cualquiera de los miembros. Recomiendo la Terapia individual.
  • Alcoholismo, consumo habitual de drogas ilegales y otro tipo de adicciones. Deben tratarse primero estos hábitos nocivos en terapia individual.
  • Trastornos psicóticos. También se requiere terapia individual.
  • Asimetría manifiesta en la motivación y los estados de ánimo: cuando el comportamiento de uno dificulta la relación. Conductas de sabotaje. Se requiere terapia individual.
  • Cuando una parte ya está asistiendo a algún tipo de terapia (individual, grupal, etc.). Así se evita cualquier conflicto entre las directrices de los diferentes profesionales.

Conclusiones

Si tenéis problemas de pareja y deseáis solucionarlos, si habéis caído en el aburrimiento, si no hay comunicación o la que hay es mala, si discutís a menudo y os sentís arrastrados por la ira y el rencor, si hay celos o intentáis superar una infidelidad, si queréis recuperar la ilusión y la atracción perdidas, si la vida en común es difícil pero aún así os amáis y queréis daros una oportunidad, o si tenéis cualquier otro problema ya reseñado, u otro que no aparezca e incumba a vuestra relación juntos… E incluso si no estáis seguros de querer seguir unidos… O si estáis de acuerdo en romper pero queréis hacerlo de la manera menos dolorosa posible…

Yo puedo ayudaros para que solucionéis vuestros problemas. La Terapia de Pareja en NVAG Centro de Psicología puede daros la serenidad, la ilusión y la dicha que deseáis.

Vosotros merecéis sentiros bien y ser felices.
No os lo penséis, contactad conmigo y contadme qué os pasa.